CONCLUYENDO QUE ES GERUNDIO
Tras las recientes jornadas de actualización y aún pendiente de que los organizadores elaboremos unas conclusiones, me ha parecido interesante para que mi salud mental no entre en crisis, reflexionar sobre las sensaciones por mi experimentadas.
Desviat y Marife nos avisaron que venía el lobo. Un lobo imaginario, feroz y de derechas, que va a devorar un modelo de atención psiquiátrica, que a su entender ha propiciado una etapa dorada de la psiquiatría. Se lo podían preguntar a más de uno de los que yo veo a diario en el servicio de urgencias de mi hospital. ¿Desde cuando no bajan a las trincheras alguno de esos ideólogos?.
Parafraseando a mi amigo y maestro Dr Cañas, no creo que la buena psiquiatría sea de derechas ni de izquierdas, y no creo que el frentismo planteado por los AENOS sea de recibo en este siglo. Parece que la Gran Bretaña es la nueva arcadia feliz de estos ideólogos. Un viejo compañero de los años MIR, poco sospechoso de ser lobo, cuestionó que en la arcadia había serpientes y no sólo flores y mariposas pero no le dejaron concretar… El que cuestiona siempre es sospechoso, sobre todo de no estar convencido.
Por la tarde disfruté de la atinada ponencia con acento “club de la comedia” de Fontalba. No quiero que su tono desenfadado bañado de fino humor, le reste seriedad al asunto. Puso sobre la mesa la indefinición que nuestros capitanes le han conferido a nuestra labor profesional. ¿Quiénes son nuestros clientes, usuarios pacientes en esta posmodernidad? Todos los que no gocen de ese devarado concepto, de difusos límites, que llaman salud mental. En esa caterva de clientes-usuarios-pacientes, se pierden los perdidos, los enfermos, los que no atinan a asociarse protestar y elevar sus quejas a las instancias superiores. En medio del marasmo, el sistema quema desde temprana edad a magníficos profesionales en la primera línea de la lucha contra los infelices, desprovistos de herramientas para combatirlos y entre informes, distimias y desgracias se pierden con la casa sin barrer los que más nos necesitan: los pacientes, los enfermos, que desgraciadamente no dejan de serlo al llamarlos con nuevos nombres.
Mi jefe intentó criticar los reinos de taifas con sultanes incluidos, pero entre Lacan y su manejo del Power se perdió el mensaje aunque no del todo.
Y para finalizar el primer día: Guerra y Paz. Me enteré con jesuíticos latinajos y todo, que lo que me falta es convicción. Que sin ella, no se ganan las batallas ni las guerras. Pues bien, estoy convencido que los psiquiatras somos necesarios para tratar enfermos mentales, que para su correcto tratamiento necesitamos de otros profesionales. Que los equipos son necesarios, cada uno con su función definida, nada de eso que se estila que todos valen para un roto o para un descosido. Estoy convencido que los pacientes cada día nos enseñan, que tenemos que tener los ojos y los oídos abiertos para cambiar el rumbo cuando sea preciso y que los modelos se construyen desde abajo y no desde arriba. No creo en la convicción por si misma. Algunos de nuestros pacientes están convencidos de sus delirios y no por eso tienen razón. Hasta yo estaba convencido que Las Palmas le ganaba hoy al colista y sólo le empató. Aquí estoy lamiendo mis heridas y reconstruyendo mis creencias para er Betis.
En fin, hay algo que une a todos los profesionales que nos dedicamos a este oficio y es el deseo de aliviar el sufrimiento a nuestros pacientes enfermos. Los modelos, posicionamientos ideológicos etc deben ser medios y no fines. Espero que estas jornadas sirvan para rectificar donde deba hacerse y reafirmarnos en lo que nos une.
Manuel Rodríguez González,
Médico Psiquiatra